Para entender bien de dónde venimos y cómo hemos llegado a ser lo que somos, debemos conocer el origen, analizar los porqués y el momento en que algunas decisiones desencadenaron en consecuencias del presente. Cuando queremos cambiar o mejorar una situación, un aprendizaje, una forma de ser o simplemente entender quién somos, no es posible hacerlo de la nada, es necesario hacer en partes el pasado, estudiar cada una de ellas y volver a ordenarlas con su orden anterior, pero ahora, con un conocimiento más fundamentado.
Antes de hablar de mí, hablaré de mis padres y de qué manera llegaron a ser lo que ahora son, qué decisiones (impuestas o elegidas) marcaron su camino y a la vez el de su familia. Hablar de ellos es sinónimo de esfuerzo, de constancia, de ilusión, de perseverancia, de adaptación a la realidad y otros muchos valores que veo en mi espejo cada día. Antes de seguir, os presento a quienes se lo debo todo, a quienes han hecho posible que haya llegado hasta aquí. Referentes para mí y para nuestra familia, porque a pesar de los obstáculos que les presenta la vida, siempre consiguen aprender de ello y transmitir a todos el camino a seguir.
Sobre mí seré más breve, mi infancia fue muy feliz. Nací en una familia con recursos, jugué incansablemente en la calle con mis amigos, como aún hacía mi generación y nadie me obligó a dejar la escuela para irme a trabajar. Mi colegio era de chicos y chicas, jugábamos juntos y el profesor no nos golpeaba con ninguna regla. Las chicas no hacían labores y para cada asignatura teníamos un libro diferente. No hemos conocido guerras y nuestra ropa estaba siempre limpia y nueva. Podríamos seguir analizando diferencias, pero ya las conocemos. Escuela franquista & Escuela democrática.
Al igual que mi padre, me pasaba horas con mis amigos jugando a fútbol. A los 7 años ya jugaba en el club del barrio y así hasta los 24. Me divertía muchas tardes en el taller de carpintería de mi padre, haciendo mis muñecos de madera y construyendo mis fallas para marzo. No podía ser más feliz, jugaba con mis amigos y construía fallas. Mis hermanos también trabajaban en el taller. 13 años de diferencia con el más joven y 17 con el mayor, eran para mí mis consejeros, mi ejemplo y siempre quería ser como ellos.
Mi paso por la ESO no fue demasiado brillante, pero aun así lo conseguí superar. Creo que ha sido el título más duro hasta ahora. Recuerdo muchas conversaciones con mis profesores:
– ¡Jordi! Tú tienes capacidades para sacar mejores notas, ¿por qué no quieres seguir estudiando?
– Profe, yo quiero trabajar como mis hermanos, me apasiona la carpintería.
Era una época en la que la construcción estaba a pleno rendimiento, todos mis amigos también trabajaban y ganaban mucho dinero. Yo quería ser uno más. No quería información de bachiller, no me interesaba ningún ciclo formativo y aun así, mi orientador me convenció para realizar un grado medio en carpintería y mueble. Acepté y fui durante un año a Valencia. Recuerdo que fue aburrido, porqué yo ya conocía los tipos de madera que existen, ya conocía cómo se llamaban las herramientas y cómo funcionan las máquinas. Mi pregunta siempre era; Profe, ¿cuándo bajamos al taller a construir algo?
Mi hermano Javi, dejó el taller, y hoy comprendo que esta fue otra decisión que marcó mi destino. Él estudió un ciclo formativo de mantenimiento industrial, y yo decidí seguirle. En mi casa no daban crédito de mi decisión pero siempre me apoyaron. Después de superar este ciclo superior, mi hermano entró en la universidad para hacer magisterio. Yo en cambio decidí trabajar como técnico de mantenimiento. Durante dos años trabajé de algo que no me gustaba, y cada vez era más infeliz, nada me conseguía sacar una sonrisa y mi cabeza empezaba a buscar un nuevo rumbo.
Mi jefe en ese momento nos trataba mal, nos pagaba mal y no nos respetaba. Un día, tras otra discusión más, decidió prescindir de mí y hoy se lo debo todo. ¡Gracias por tomar esa decisión Oscar! En realidad se estaba construyendo un enorme trampolín que cambiaría mi vida. Tenía claro que quería ir a la universidad. En pocos meses me preparé mi prueba de acceso, y una vez más seguí los paso de mi hermano. Esta vez sí, di en el clavo.
Mis años en la universidad han sido los más felices de mi vida. Conocí a muchísima gente, crecí como persona, conocí a mi pareja y mis padres no podían estar más contentos. Descubrí que la educación era mi pasión, conectaba de una manera especial con los alumnos y ahora sí que quería estudiar. Mis notas eran altas y mis objetivos muy ambiciosos. Como dice Mar Romera «el objetivo de una vida, es una vida con objetivos».
Cuando doy clase veo a mis padres, entiendo que ahora todo tiene sentido. Mi manera de ser, mi trayectoria, mi experiencia laboral y mis valores adquiridos, han creado una combinación perfecta, en la que me siento orgulloso y seguro de cómo soy, de donde vengo y de todas las decisiones que han marcado mi camino.
He llegado hasta aquí con esfuerzo, constancia e ilusión, valores de ellos, de mis PADRES.
Por cierto, en mis ratos libres, sigo siendo constructor, porque el aroma de la madera me transporta a mis raíces, a mi infancia, a mi lugar de origen.